28 feb 2008

El lado oscuro de la sociedad

La sociedad es sensible a las apariencias y sus puntos de vista varían según cómo se mire un acontecimiento determinado.

De paso por uno de esos llamativos escaparates comerciales de Madrid vi un chal verde con dibujitos plateados que me gusto y decidí comprarlo.Pase al interior de la tienda y muy animada le dije al dependiente.

_ Mire…quiero un chal verde como el que tiene expuesto_
El hombre mira en el interior de su escaparate y me responde:
_ Lo siento señora, ya no me quedan, sólo hay en azul._

Intente buscar otros modelos y colores pero no me convencieron e insistí _ ¿Y no me puedo llevar el verde que tiene expuesto?._

Con gesto contrariado el hombre saca el chal del escaparate me lo muestra e insiste que es azul. Yo convencida que era verde insto a dos clientas que se encontraban allí a que opinaran sobre el color del chal.

Lo mismo que el tendero y yo, las señoras no se pusieron de acuerdo en el color del chal. Cada una lo veía de un color diferente. Salí al exterior de la tienda y como estaba oscureciendo vi entonces un color indefinido. Tanto moleste al tendero que al final me llevé el chal, convencida que era verde. Pero la sorpresa me la lleve al día siguiente por la mañana que con la luz del sol el chal era gris.

El hecho de que varias personas hayamos visto diferente color en un mismo chal influenciado por la luz del local donde se vendía o por la percepción del color que cada uno teníamos, no tuvo más trascendencia que el enfado del tendero. Pero si este mismo concepto lo llevamos a la sociedad, las consecuencias pueden ser terribles como en uno de esos tantos casos que me tocó atender en mi paso por la Policía como especialista de prevención y profilaxis en Cuba.

Fue en el barrio habanero de Arroyo Arenas. Había un matrimonio joven con dos niños entre 5 y 8 años de edad. La policía local manejaba información de que el matrimonio no tenía medios de vida, que no trabajaban, se dedicaban a robar a sus vecinos y que no atendían a sus dos hijos. En resumen, eran delincuentes comunes peligrosos.

Ante tales informes, ser jóvenes y con niños, me encargan verificar estos hechos con el fin de mejorar la situación de los niños y sus padres. Esa era una de las misiones de la Profilaxis que realizábamos. Aún hoy siento orgullo de haber trabajado allí.

Ante mí se mostraron receptivos y en todo momento dispuestos a esclarecer el por qué tantos informes negativos sobre su conducta. Ese primer encuentro duro más de dos horas… pero ahora lo resumo en pocos párrafos.

Dijeron que habían convivido en plena armonía con sus vecinos hasta el día que detuvieron a su vecino y le condenaron a cumplir 30 años de cárcel por violar a su hijo más pequeño que entonces contaba con 3 años.

_En aquel tiempo nosotros trabajábamos y nuestra vida transcurría normal. Este señor, que era vecino nuestro parecía muy buena persona y se ganó nuestra confianza al punto que en ocasiones nos recogía al niño en el círculo infantil. Pero un día el niño vino llorando sin consuelo y sangrando mucho. Le llevamos a urgencia del hospital y de ahí le remitieron al forense, quien informó las lesiones de la violación. Todas las pruebas demostraron que fue él y de echo fue condenado a 30 años…No le fusilaron porque le consideraron atenuantes. _

El carácter jovial y amable del acusado y el hecho de que ocupara un importante cargo en la empresa donde trabajaba, hizo pensar a sus vecinos que era inocente y culpaban al joven matrimonio de haber acusado a un buen hombre. Ninguno se detuvo a pensar que existían pruebas evidentes probadas por la justicia. Todo lo contrario, aún así ellos lo veían inocentes.

A partir de esos acontecimientos, comenzaron las denuncias e informes en contra del matrimonio al punto que los echaron del trabajo y la policía local a perseguirles constantemente.

Durante la investigación de este caso para su esclarecimiento, pude comprobar que efectivamente, se estaba cometiendo una injusticia con el joven matrimonio. Informamos a los vecinos sobre la verdadera personalidad del violador, se sancionaron a los policías negligentes y se les ofreció trabajo a los jóvenes. Lo que sí no pudimos hacer fue reparar el daño psíquico y moral que sufrieron, tanto el niño como sus padres.

En este y otros muchos casos que conozco es evidente que la sociedad es sensible a las apariencias y sus puntos de vista varían según cómo se mire un acontecimiento determinado. Poca diferencia existe con el chal azul del tendero, que yo creía era verde y con la luz del sol resultó ser gris.

Josefa Buzzi. Madrid, 28 de febero 2008.

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